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El otro día, hablando con un amigo, escuché una de las mejores comparaciones que he oído hasta la fecha sobre el Juego Interno. Me dijo que, al tener algunos problemas de Juego Interno, él se sentía como un preso encadenado a una bola de plomo, que por mucho músculo que uno pueda desarrollar y por mucha técnica que uno pueda tener para mover la bola…al final estás encadenado y jamás podrás sentirte libre.

Y me ha parecido tan buen concepto que hoy he decidido hacer un artículo exclusivamente sobre él.

La Santa Doctrina de la seducción desoye una y otra vez la importancia de trabajar de dentro afuera. Y no se da cuenta de que nuestro Juego Interno es como la bola del preso. Si no limpiamos realmente nuestras limitaciones, nuestros miedos, nuestra necesidad, la ansiedad, estar a gusto con uno mismo, etc. Estaremos destinados a arrastrar una y otra vez la bola de nuestras desgracias.

Cuando hablo de eliminar los miedos, no hablo de aprender a manejarlos, porque eso sería como aprender a andar con la bola. Me estoy refiriendo a REALMENTE perder los miedos y liberarnos totalmente de esa carga en la vida.

Hay que entender que por mucha fuerza que seamos capaces de desarrollar jamás podremos hace ningún movimiento igual de bien que alguien que no tiene la bola atrapando su pierna. Desde luego que desarrollar músculo y técnicas para arrastrar la bola es mejor que nada. Pero esa jamás debería ser la meta, porque es algo que trae efectos secundarios.

Algo que ocurre a menudo es que la gente que se mete en el mundo de la seducción no sólo no mejora su vida sino que desarrolla más ansiedad y más infelicidad que al principio. Porque el salir se acaba convirtiendo en una especie de adicción que se reduce a ver cada día con cuántas chicas ligamos, en vez de salir a disfrutar. Aparece una ansiedad de resultados muchísimo mayor que al principio. Al igual que al preso se le acaba deformando la espalda por cargar con la bola. El preso moverá la bola a base de necesitar calmantes para paliar el dolor. Le destrozará la pierna. Y cuanto más rápido se mueva, más daño se estará haciendo. Es lo mismo que les ocurre a los seguidores de la Santa Doctrina.

Si no trabajamos el Juego Interno, estamos condenados a vivir en la necesidad y el miedo. Y esa necesidad no hará otra cosa que crecer y crecer, destrozándonos por dentro. Cada vez seremos más dependientes. Da igual los resultados que obtengamos.

¿Quién es más feliz: el drogadicto que es capaz de conseguir todas las drogas que quiere; o una persona que no tiene adicciones? El seductor que tiene cierto éxito, tiene una falsa sensación de felicidad, al igual que el drogadicto tiene una falsa sensación de plenitud cuando consigue su droga. Pero es una falacia. Eso no es felicidad, es dependencia.

Así jamás podremos ser felices, ni sentir la vida en su plenitud. Por mucho éxito que tengamos, nunca nos sentiremos realmente bien. Y aquí yo planteo otra pregunta: ¿de qué demonios sirve ligar si no nos ayuda a ser más felices? Al fin y al cabo, la gente se mete en la seducción porque cree que la seducción va a hacer que tenga una vida más plena. Pero si no se consigue eso; si uno está igual de mal que al principio y se siente igual de desdichado, ¿qué sentido tiene ligar más o menos?

La “seducción” (o anti-seducción) o cualquier cosa que uno haga en la vida con empeño tiene sentido SÓLO cuando te ayuda a ser más feliz.

Cualquier logro que se consiga encadenado a una bola de plomo puede parecer satisfactorio, pero no habrá nunca nada comparable a vivir una vida libre, sin ese lastre destrozándonos por dentro.

P.D. Rafa, gracias por el pedazo de concepto!!!