El cerebro límbico
El Cerebro Límbico es la parte de nuestro cerebro que gestiona las emociones como el amor, el odio, el apego, la tristeza, la frustración, la sensación de bienestar, el estrés, etc.
La gestión emocional de un animal es muy simple y primitiva. Es decir que los animales tienen unas emociones muy simplificadas que son más instintos que emociones. Se enfadan, se muestran sumisos y poco más. No tienen mucho más espectro de acción, su cerebro límbico es muy limitado (y a veces inexistente). Los seres humanos, en cambio, tenemos una infinidad de emociones y sensaciones internas que nos dan mil matices distintos a la hora de sentirnos y comportarnos cuando interactuamos con el mundo. Nuestro cerebro límbico está mucho más desarrollado.
No sólo nos enfadamos, sino que podemos hacerlo, con odio o sin él, con agresividad o sin ella, de forma permanente o momentáneamente y generando un enfrentamiento violento o sin él. También podemos hacerlo con un grupo de gente, o discriminando entre personas, etc.
Del mismo modo, cuando estamos contento, podemos estarlo mucho o poco, en muchas situaciones o de forma excepcional, con un suceso o varios, etc.
Es decir que tenemos muchísimas más emociones y reacciones que un animal y con mil matices diferentes. Todo ello es lo que nos configura como seres humanos. A la zona de nuestro cerebro que gestiona todo este entramado de sensaciones internas, se le llama Cerebro Límbico y su fuerza e importancia para la vida, la felicidad y el éxito es poderosísima. De hecho se considera que el 90% de las decisiones se toman en base a la gestión de esta parte del cerebro.
El Cerebro Límbico no deja de ser una parte de nuestra mente que carga programas mentales de lo que está bien y lo que está mal. Aunque las emociones tienen mil matices, básicamente hay dos tipos de emociones: las agradables y las desagradables.
Las emociones agradables se instalan para todo lo que hacemos que a nuestra mente (en ese momento) le parecen cosas positivas. Por eso lo normal es que a todos nos guste: comer, estar sanos, hacer bien las cosas, tener cariño de la gente que nos rodea, etc. Y también por eso, lo más lógico es que a casi todo el mundo le disguste: estar enfermo, pasar hambre, llevarse mal con la gente, etc.
Es decir que nuestra mente límbica hace lo siguiente: cuando ve que algo es bueno y nos ayuda a sobrevivir (como por ejemplo comer)… instala un programa emocional de recompensa que hace que siempre que hagamos eso (comer en este caso) nos haga sentir a gusto y feliz. Por eso las comidas nos dan tranquilidad, nos hacen sentir a gusto y nos generan endorfinas y sensación de bienestar.
Por el contrario, cuando nuestra mente ve que algo es malo para sobrevivir (como por ejemplo, cortarse con un cuchillo) nos hace instalar emociones negativas para asegurarse de que no lo hacemos más. Por eso cuando nos cortamos, además del dolor físico sentimos miedo, fracaso por la mala gestión de nuestras manos, estrés de ver la sangre, etc.
Tanto las emociones positivas de refuerzo, como las negativas de evitación, son NECESARIAS para sobrevivir. El problema es que no siempre están programadas de forma adecuada.
En el próximo artículo veremos más en profundidad la importancia de este cerebro y su relación con el reptiliano.